De Györ, partimos para Auswichtz
el 24 de julio. El encuentro con los campos de concentración de Auswichtz y
Birkenau, nos dejó sin palabras. Fue un día de silencio ante la barbarie que el
ser humano puede cometer cuando se deja cegar por las ideologías.
Afortunadamente, finalizamos el día con la Eucaristía en la parroquia de San
Maximiliano Kolbe, que fue un signo de la Presencia de Dios en medio de esa realidad inhumana. Él, como
muchas otras personas, no se dejó robar la dignidad ni la esperanza.
En el interior de la iglesia, hay
tríptico pintado, en el que aparece el P. Kolbe levantando a Jesús de una cruz
que se proyecta como una sombra en el
suelo, ante la mirada de los prisioneros del campo de concentración que
lo rodean. Jesús está cubierto con un paño de rayas, como el uniforme de los
prisioneros. Y al fondo aparece, la chimenea de las cámaras de gas y del horno
crematorio: fuertísimo. Es un cuadro impactante, para quedarse un buen rato
arrodillado ante él: impresionante.

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